Caóticas e inclasificables
Hace unos días lanzamos nuestro nuevo blog, Caoticables. Acabamos de caer en la cuenta de que igual no era mala idea contarlo en nuestro blog de siempre, así que aquí reproducimos la entrada de su presentación en sociedad. Nfer y Anónima tenemos la costumbre de pulular por la nete participando en las más variadas discusiones. Así nos conocimos. Comentaristas Dispersas (blog) nació para poder discutir tranquilamente "en casa" cuando al dispersarse entre muchos blogs la discusión se hacía difícil de seguir. Pero al final Comentaristas Dispersas se ha convertido en un blog con personalidad propia donde escribimos historias con fotos chulas que nos encanta compartir con la parroquia.Así que hemos decidido abrir un nuevo blog Caoticables para publicar sin complejos todos aquellos post que nos apetezca escribir sin preocuparnos para nada de cual es el resultado. Eso sí, sospechamos que el resultado será el CAOS :D Están ustedes avisados. Agradecimientos: - A Luis Rull que nos haya dejado jugar con su foto para hacer el banner. - A rvr por alojarnos en Blogalia y a toda Blogalia porque aquí se está realmente a gusto :)
¡Nos hemos mudado a Blogalia!
Ahora Comentaristas Dispersas está en Blogalia: http://comentaristasdispersas.blogalia.com/ y para ir allí directamente: Comentaristas Dispersas en BlogaliaMuchas gracias Víctor por invitarnos a instalarnos en el sitio donde nos conocimos Nfer y Anónima. Nos hace mucha ilusión :)
Empresa: mudanza
Pues eso. Nos estamos mudando. Cuando Anónima y Nfer vean esto, pues, quizá quieran cambiar esta entrada...o salida...
Y siempre algo quedará.
Ah...me olvidaba: estamos yendo a http://comentaristasdispersas.blogalia.com/
Un 2 de noviembre
Tal vez dormía la diosa. En momento te tuvimos de este lado. Momento que duró lo que llamamos veinte años.
Mucho compartimos: días y noches, esperas, silencios, la vida. Los dioses (celosos son de la felicidad mortal) Te llevaron de regreso a las tres de la tarde.
Lo que no saben los dioses, es que sigues estando aquí. Lo que no saben algunos humanos, es que eras un perro. Creo que esto último es un detalle sin importancia.
Si, soy un gamberro ¿y? :P
Pues si, y no me he podido aguantar. Llevo un tiempo viendo un borrador de post de Anónima al que Nfer le ha hecho una anotación y como ellas no se deciden a publicarlo, pues lo publico yo. [Frase]
la felicidad es un deorte violento. Malek Haddad
Añade la Nfer: de orte, de porte, o de orto? juassssssssssssssssssss! el Bobo está cada día más obseso, buscale una Boba! (con cariño te digo esto, me hizo mear de risa)
Para que veaís en que se entretienen mis chicas entre bambalinas, ahí por la lista de entradas dejadas en borrador :D PD: Bobo es el ordenador de Anónima y por algún motivo, que solo él conoce, se come las letras que ella teclea, como todos los que han chateado con Anónima (o sea cuatro gatos) saben.
Martes de m..iércoles
Este post iba a escribirlo ayer, pero me dolían los dedos. Así que dejé un comentario en Papelera y me dije, "mañana será otro día". Hoy es otro día y los dedos me duelen menos, y el sabor amargo en la boca me dura, y que nadie me mire fijo porque lo parto al medio, por rencorosa y mal llevada. Les cuento. Como todos los martes hago revisión de los cajones del invernáculo, y ayer vi que faltaba riego. Voy a abrir la llave de paso del tanque de agua. Unas pocas avispas que buscaban las gotitas que escurren de los tanques, pasaron por mi mano y dejaron sus aguijones bajo mi piel. Por un instante creí que moría. (pero ya veis que no). De todas maneras la indignación y una resaca del veneno me acompaña hasta hoy así que va igual. Desde los dedos hasta el hombro y el pecho, me subían estremecimientos y punzadas que me cortaban el aliento, y en la boca un sabor muy amargo. Estrellitas de plata danzaban delante de mis ojos, aún con los párpados cerrados. El corazón parecía salírseme del pecho, pero luego me di cuenta que era más del susto que otra cosa: de haber sido alérgica, ya hubiera estado inconsciente.
Caminé hasta la puerta del salón y me senté en un banco, para analizar el caso en carne propia: sé que hacer en estos casos...cuando le pican a otro. Es un detalle no menor. Miro entrar y salir los alumnos; mientras, los síntomas se aplacaban y mi mano izquierda empezaba a tomar la apariencia de un manojo de morcillas. Entonces tomé un vaso descartable del recipiente de residuos y lo llené con tierra, fui a los baños y, recordando los métodos curativos de mi padre y mis abuelos, oriné dentro del vaso y con el barro que se formó me cubrí la mano. A medida que el barro secaba, los dedos perdían su dolorosa turgencia y pude quitarme los aguijones. Me dirigí a la secretaría a informar al encargado de la presencia de las avispas (camachuí les dicen en Entre Ríos y dicen que su miel es tan dulce como amarga su picadura, de esto último puedo dar fe).
De regreso en casa comento a Cosme el porqué de los dedos con marcas y él, muy profesional, me suelta un discurso sobre el género, la especie, los hábitos y cómo se llama la avispita esa, chiquita negrita y mala como día sin pan...le dije con mi mejor cara de traste que si quería llamarlas, que las llame él, que a mí acudieron sin que las llame.
Están avisados: no hay enemigo pequeño. O nunca sabemos dónde se esconde un potencial enemigo. ¿mala metáfora? lo sé. Me quejo de quejica, no más.
Ahí están. Lo sé. Toman el agua de las goticas que escurren del tanque. Avisados están los que por ahí pasen...
En honor al maestro Joaquín Lavado
Catálogo Colectivo del acervo cultural de la Ciudad de Buenos Aires
Encontrado en el diario "El Litoral" de ayer. Lo comparto.
La Pampa de Granito
La Pampa de Granito
Era una inmensa pampa de granito; su color, gris; en su llaneza, ni una arruga; triste y desierta; triste y fría; bajo un cielo de indiferencia, bajo un cielo de plomo. Y sobre la pampa estaba un viejo gigantesco; enjuto, lívido, sin barbas, estaba un gigantesco viejo de pie, erguido como un árbol desnudo. Y eran fríos los ojos de este hombre, como aquella pampa y aquel cielo; y su nariz, tajante y dura como un segur; y sus músculos, recios como el mismo suelo de granito; y sus labios no abultaban más que el filo de una espada. Y junto al viejo había tres niños ateridos, flacos, miserables; tres pobres niños que temblaban, junto al viejo indiferente e imperioso, como el genio de aquella pampa de granito.
El viejo tenía en la palma de una mano una simiente menuda. En su otra mano, el índice extendido parecía oprimir en el vacío del aire como una cosa de bronce. Y he aquí que tomó por el flojo pescuezo a uno de los niños, y le mostró en la palma de la mano la simiente, y con voz comparable al silbo helado de una ráfaga, le dijo: “Abre un hueco para esta simiente”; y luego soltó el cuerpo trémulo del niño, que cayó, sonando como un saco mediado de guijarros, sobre la pampa de granito.
- “Padre –sollozó él-, ¿cómo le podré abrir si todo este suelo es raso y duro?” - “Muérdelo” – contestó con el silbo helado de la ráfaga; y levantó uno de sus pies; y lo puso sobre el pescuezo lánguido del niño; y los dientes del triste sonaban rozando la corteza de la roca, como el cuchillo en la piedra de afilar; y así pasó mucho tiempo, mucho tiempo; tanto que el niño tenía abierta en la boca una cavidad no menor que el cóncavo de un cráneo; pero roía, roía siempre, con un gemido de estertor; roía el pobre niño bajo la planta del viejo indiferente e inmutable, como la pampa de granito.
Cuando el hueco llegó a ser lo hondo que se precisaba, el viejo levantó la planta opresora; y quien hubiera estado allí hubiese visto entonces una cosa aún más triste y es que el niño, sin haber dejado de serlo, tenía la cabeza blanca de canas; y apartóle el viejo, con el pie, y levantó al segundo niño, que había mirado temblando todo aquello.
- “Junta tierra para la simiente”, le dijo. - “Padre - preguntóle el cuitado -, ¿en dónde hay tierra?”. - “La hay en el viento; recógela” –repuso; y con el pulgar y el índice abrió las mandíbulas miserables del niño; y le tuvo así contra la dirección del viento que soplaba, y en la lengua y en las fauces jadeantes se reunía el flotante polvo del viento, que luego el niño vomitaba, como limo precario; y pasó mucho tiempo, mucho tiempo, y ni impaciencia, ni anhelo, ni piedad, mostraba el viejo indiferente e inmutable sobre la pampa de granito.
Cuando la cavidad de piedra fue colmada, el viejo echó en ella la simiente, y arrojó al niño de sí como se arroja una cáscara sin jugo, y no vio que el dolor había pintado la infantil cabeza de blanco; y luego, levantó al último de los pequeños, y le dijo, señalándole la simiente enterrada: - "Has de regar esa simiente”; y como él le preguntase; todo trémulo de angustia: - “Padre, ¿en dónde hay agua?” - “Llora; la hay en tus ojos”, contestó; y le torció las manos débiles; y en los ojos del niño rompió entonces abundante vena de llanto, y el polvo sediento la bebía y este llanto duró mucho tiempo, mucho tiempo, porque para exprimir los lagrimales cansados estaba el viejo indiferente e inmutable, de pie sobre la pampa de granito.
Las lágrimas corrían en un arroyo quejumbroso tocando el círculo de tierra; y la simiente asomó sobre el haz de la tierra como un punto; y luego echó fuera el tallo incipiente, las primeras hojuelas; y mientras el niño lloraba, el árbol nuevo criaba ramas y hojas, y en todo esto pasó mucho tiempo, mucho tiempo, hasta que el árbol tuvo tronco robusto, y copa anchurosa, y follaje, y flores que aromaron el aire y descolló en la soledad; descolló el árbol aún más alto que el viejo indiferente e inmutable, sobre la pampa de granito.
El viento hacía sonar las hojas del árbol, y las aves del cielo vinieron a anidar en su copa y sus flores se cuajaron en frutos; y el viejo soltó entonces al niño que dejó de llorar, toda blanca la cabeza de canas; y los tres niños tendieron las manos ávidas a la fruta del árbol; pero el flaco gigante los tomó como cachorros, del pescuezo, y arrancó una semilla, y fue a situarse con ellos en cercano punto de la roca, y levantando uno de sus pies juntó los dientes del primer niño con el suelo; juntó de nuevo con el suelo los dientes del niño, que sonaron bajo la planta del viejo indiferente e inmutable, erguido, inmenso, silencioso, como la pampa de granito.
Esa desolada pampa es nuestra vida, y ese inexorable espectro es el poder de nuestra voluntad, y esos trémulos niños son nuestras entrañas, nuestras facultades y nuestras potencias, de cuya debilidad y desamparo la voluntad arranca la energía todopoderosa que subyuga al mundo y rompe las sombras de lo arcano.
Un puñado de polvo, suspendido por un soplo efímero sobre el haz de la tierra para volver, cuando el soplo acaba, a caer y disiparse en ella; un puñado de polvo, una débil y transitoria criatura lleva dentro de sí la potencia original, la potencia emancipada y realenga que no está presente ni en los encrespamientos de la mar, ni en la gravitación de la montaña, ni en el girar de los orbes; un puñado de polvo puede mirar a lo alto, y dirigiéndose al misterioso principio de las cosas, decirle: - “¡Si existes como fuerza libre y consciente de tus obras eres como yo, una voluntad; soy de tu raza, soy tu semejante!; y si sólo existes como fuerza ciega y fatal, si el Universo es una patrulla de esclavos que rondan en el espacio infinito teniendo por amo una sombra que se ignora a sí misma, entonces yo valgo mucho más que tú; y el nombre que te puse ¡devuélvemelo!, porque no hay en la tierra ni en el cielo nada más grande que yo”. José Enrique Rodó
Patagones, o ¿el mito? de los gigantes pintados de rojo
Que no, que no es un alegato en contra de la colonización. (de ser así yo no existiría...) Que son dos trozos (ambos de escritores europeos) elegidos al azar de muchos sobre este controvertido tema. Es que tengo eso de que la comunicación y el entendimiento mutuo es y fue siempre muy difícil, usemos el lenguaje que usemos...uf. Un temporal hizo que una nave de la expedición de Magallanes tocó tierra, por lo cual el capitán ordenó el desembarco para invernar en la bahía de San Julián.
Allí fue donde tuvo lugar el primer encuentro entre el hombre europeo y los nativos. Pigaffeta, cronista del viaje de Magallanes, narra el acontecimiento, dando así origen a la leyenda de los ‘hombres gigantes’:
"Arrancando de allí, alcanzamos hasta los 49 grados del Antártico.
Echándose encima el frío, los barcos descubrieron un buen puerto para invernar. Permanecimos en él dos meses, sin ver a persona alguna. Un día, de pronto, descubrimos a un hombre de gigantesca estatura, el cual, desnudo sobre la ribera del puerto, bailaba, cantaba y vertía polvo sobre su cabeza. Mandó el capitán general a uno de los nuestros hacia él para que imitase tales acciones en signo de paz y lo condujera ante nuestro dicho jefe, sobre una islilla. Cuando se halló en su presencia, y la muestra , se maravilló mucho, y hacía gestos con un dedo hacia arriba, creyendo que bajábamos del cielo. Era tan alto él, que no le pasábamos de la cintura, y bien conforme; tenía las facciones grandes, pintadas de rojo, y alrededor de los ojos, de amarillo, con un corazón trazado en el centro de cada mejilla. Los pocos cabellos que tenía aparecían tintos en blanco, vestía piel de animal, cosida sutilmente en las juntas."
Sin embargo, en la descripción que lleva a cabo Pigafetta de las mujeres de los indios no resalta su estatura, sino otras partes de su anatomía :
"Ellas no eran tan altas, pero sí mucho más gordas. Cuando las vimos de cerca, nos quedamos atónitos: tienen las tetas largas hasta mitad del brazo. Van pintadas y desvestidas como sus maridos, si no es que ante el sexo llevan un pellejín que lo cubre." --------------------
El retrato de los ‘patagones’ (indios tehuelches) de Pigafetta se completa con la descripción de otro de los indios que los navegantes de Magallanes vieron en aquella tierra austral, y con su posterior ‘bautismo’:
Fue visto, a los seis días, un gigante, pintado y vestido de igual suerte, por algunos que hacían leña. Empuñaba arco y flechas [...] Este era más alto aún y mejor constituido que los demás, y tan tratable y simpático. Frecuentemente bailaba, y, al hacerlo, más de una vez hundía los pies en tierra hasta un palmo [...] El capitán general llamó a los de este pueblo "Patagones".
Hasta que nos encontramos con que la Casa y Audiencia de Indias (Casa de Contratación) exigía llevar a España unos cuantos ejemplares de todas las plantas , metales y de toda nueva especie (incluida humana) descubierta en el viaje. Con respecto esto último, Pigafetta lo deja escrito:
A los quince días encontramos a cuatro de estos gigantes sin armas, que las tenían ocultas entre unos espinos [...] El capitán general retuvo a dos –los más jóvenes y despejados– con ejemplar astucia para conducirlos a España.
(Encontrado en: ZUSMAN, P. (1999): "¿Terra Australis -"res nullius"? El avance de la frontera colonial hispánica en la Patagonia (1778-1784)", Scripta Nova, 45.)
Por otro lado, Stefan Zweig da su versión de esa "ejemplar astucia":
"Pero esta despreocupación resulta fatal a los ingenuos hijos de la naturaleza. Magallanes, lo mismo que Colón y todos los demás conquistadores, tiene orden precisa de la Casa de Contratación de llevar unos cuantos ejemplares, no solamente de todas las plantas y de todos los metales sino también de todo nuevo espécimen humano que descubran en el viaje. Al principio los marineros creen que no es peligroso cazar vivo a uno de esos gigantes a mano limpia. Rondan tímidamente a los patagones dispuestos a sujetarlos, pero en el último momento los abandona el valor. Por fin imaginan una treta vulgar. Entregan a dos gigantes tal cantidad de regalos, que necesitan ambas manos para retener su botín. Enseguida, enseñan a los dos hombres que ríen encantados, un objeto que produce un ruido particularmente cautivador, es decir, un par de grilletes, y les preguntan si quisieran llevarlos en los pies. Los pobres patagones ríen con toda la cara y asienten entusiastas con la cabeza. Se imaginan embobados que aquellos objetos sonoros tintinearán a cada paso que den. Apretando convulsivamente sus regalos, miran cómo les ajustan las cadenas a los tobillos, pero de pronto quedan aprisionados por esos hermosos aros fríos que producen tan alegre sonido. Ahora, los tripulantes pueden caer sin temor sobre los gigantes, como sobre bolsas de arena; encadenados han dejado de ser peligrosos. En vano gritan, se retuercen y gesticulan los engañados nativos, invocando el nombre de su dios mágico. El emperador quiere curiosidades. Son arrastrados como bueyes sacrificados hasta los buques, donde perecerán miserablemente por falta de alimentos. Este pérfido ataque de la cultura cristiana ha anulado de golpe el buen entendimiento".
Fragmento extraído de : ZWEIG, S. (1957): Magallanes (la aventura más audaz de la humanidad), Buenos Aires, Claridad.
La Casa de la Cultura
Cuando vuelvo de mis clases bajo del ómnibus casi siempre frente a un edificio. A veces me detengo a contemplarlo: antigua residencia del Gobernador, luego fue cambiando de función. Llegamos a vislumbrar un momento de renovado esplendor cuando, mediante una partida presupuestaria destinada a mejoras en la "Santa Fe, ciudad cordial" fue sede de grupos de teatro independiente, que hicieron lo posible por mantenerlo, hasta que el material empezó a ceder: pisos, techos, escaleras, muestran rajaduras y desprendimientos, que, malamente arreglados, se tornaron intransitables y hasta peligrosas. En estos momentos está clausurado por reparaciones. Que al parecer no sólo no avanzan, sino dejan actuar al tiempo que empieza a llevarse jirones de los plásticos con que "momentáneamente" cubrieron las ventanas. Más abajo ( el sol del atardecer impidió tomar otra foto) la maleza ha cubierto esculturas y otros magníficos azulejos y mayólicas como las del frontispicio. Dentro hubo hermosos muebles y delicados adornos en el techo hechos a mano por artistas traídos de europa. Los árboles del vasto jardín, incluso la inmensa y bicentenaria palmera que apenas veis a la izquierda, cuidadosamente colocadas para que,al crecer, dieran el adecuado marco a tan bello edificio. Tal vez sea una metáfora. Tal vez la niña que, dicen, se suicidó a los 16 años cuando su padre le negó casarse con su amado y su fantasma ronda por las escaleras como conviene a todo fantasma que se precie, ahora no llore por el amor perdido, sino por nuestro afán interminable en destruir lo que (para bien o para mal) nos dejó la historia.
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